Doña Magdalena

David

And I Hope That you Find the peace that you were looking for

-Ahora sí que te puedo hablar, porque para mis palabras tendrás oídos dulces... Concéntrate. Siente tu cuerpo. Date cuenta de que lo tratas como a una máquina, como a un verdugo al que se debe castigar. Se le permite ver, oír, olfatear, saborear pero a su tacto se le adjudican proyectos morbosos. 

En todo momento, aun desnudas, nuestras manos llevan guantes. La civilización las ha convertido en herramientas, en armas, en dedos para presionar teclas. Al servicio de la palabra, como animales amaestrados, sólo sirven para subrayar conceptos, han dejado de ser transmisoras del alma. No tienes manos, muchacho, tienes pinzas culpables: siempre que tocas, robas. Debes aprender otra vez a sentir tus manos... Vamos a ver si puedes abrirlas. 

Separa los dedos, estira las palmas... Más... ¿Ves cómo no puedes hacerlo a fondo? Te cuesta soltar lo que crees que es tuyo. Llevas asido un lastre invisible: tus seguridades, tus miedos a dejar de poseer, a perder lo que crees necesario. Te contentas con un puñado de monedas sin saber que es tuyo el dinero de todo el planeta. Abre tus manos hasta sentir que pierden los límites, que abarcan a la tierra entera, al cielo infinito, al universo eterno. No quieras conservar nada, no quieras poseer nada, acepta darlo todo, recibirlo todo. Siente como inspiran y expiran siguiendo el ritmo de tus pulmones; siente el flujo y reflujo de la sangre, inclúyelas en el palpitar de tu corazón, deja que se nutran del calor de la vida. 

Una vida que no tiene fin porque, siendo puro amor, es inmarchitable... Ahora repliega tus dedos. Ve la fuerza noble que trasciende tus puños, son dos guerreros dispuestos a luchar hasta el fin contra la muerte y luego, como dos flores sagradas, a abrirse para que de tus palmas surja el aroma de la nueva vida. Por favor, hijo mío, recupera la memoria... Siente empequeñecer tus manos... Más pequeñas... Más... Llevas en ellas las sensaciones de cuando fuiste feto: palpa el agua divina que te sumerge en el seno de tu madre, siente la inocencia, la inmensa ternura que se aposenta en cada célula de tu carne, el agradecimiento al misterio que les permite nacer, el goce de la energía que otra vez vuelve al mundo, una vez más el don de la materia, alma nacida en el centro de la carne. Hazte madre de tus manos, promételes el mundo, enséñales a ir más allá de lo denso, déjalas conocer la secreta poesía del espacio, ponte a esculpir volúmenes en el aire. 

Visualiza las formas que vas creando, que no sólo tu tacto conozca esas esculturas invisibles... Ahora crece... Deja venir el recuerdo, que surjan de tus palmas esas primeras caricias... No tenías experiencia sensual, todo era nuevo... Ibas palpando las distancias, no había separación, sabías que si estirabas tus brazos podías tocar las estrellas... En esas manos llevas ahora mismo todo el pasado. Siente cómo aún son garras, pezuñas, tentáculos, ve más profundo, llega hasta cuando fueron metal, piedra, energía primordial. 

Ahora regresa, palpa hacia el futuro, siente alargarse tus dedos, volverse transparentes, devenir alas, ondas luminosas, canto angelical... ¿Ves la fuerza que puedes transmitir? Si les quitas los guantes mentales, tus manos exudarán un aura dorada...

Alejandro Jodorowsky- El Maestro y las Magas

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